El 8 de noviembre, amigos, socios y colegas de Franciscans International se reunieron en Ginebra para brindarle una despedida al director ejecutivo saliente, Markus Heinze OFM, y darle la bienvenida a Blair Matheson TSSF como su sucesor.
Reflexionando sobre el cambio, el hermano Michael Perry OFM, como presidente de la Junta Directiva Internacional de FI, pronunció el siguiente discurso explorando el liderazgo en un contexto franciscano.
Una de las cosas más sorprendentes sobre el liderazgo en el mundo ‘franciscano’ – si en verdad existe tal mundo – es el sentido intuitivo de que la verdadera autoridad viene desde abajo, de estar entre los más pequeños, de compartir su experiencia y comprometerse con ellos antes que de buscar ocupar un lugar de preeminencia en la sociedad.
Este enfoque está reflejado en el vitalicio proyecto evangélico de San Francisco de Asís, quien, a la edad de 44 años, cuando estaba a punto de fallecer, invitó a los seguidores de su incipiente movimiento a unirse junto a él y a escuchar un relato sobre el liderazgo de servicio manifestado en la vida y servicio de un rabí nacido en Palestina llamado Jesús de Nazareth.
El texto que S. Francisco pidió leer en voz alta se encuentra en el Capítulo 13 del Evangelio de San Juan en las escrituras cristianas. Escrito después del año 90 d.C., refleja una visión de un liderazgo que, en tiempos recientes, ha cobrado fuerza como esencial para la promoción de un enfoque eficaz, atractivo y transformador para la gestión y el rendimiento. Estoy hablando, por supuesto, del liderazgo de servicio. En el Capítulo 13 del Evangelio de S. Juan, encontramos a Jesús y a sus discípulos reunidos alrededor de una mesa para compartir la fraternidad y prepararse para lo que había de venir: el rechazo de Jesús como líder religioso, un rechazo que precipitaría su muerte.
Durante la cena, Jesús se levantó de la mesa, se quitó el manto, se agachó y comenzó a lavar los pies de sus discípulos. Pedro, uno de sus primeros y más respetados discípulos, protestó diciendo que él nunca permitiría que el que era su maestro y su líder le lavara los pies. Jesús razona con él y logra convencerlo a él y a los otros de permitirle lavarles los pies. Al finalizar este humilde acto, Jesús les invita a reflexionar sobre la verdadera naturaleza del liderazgo: el servicio, el lavar los pies de otros, el colocar a otros en el centro, y el salir del centro de atención para que otros puedan llegar a descubrir su auténtica autoestima, sus capacidades y dones, dones del Creador para ser puestos al servicio de otros.
Este es el mensaje sobre el liderazgo que San Francisco de Asís quería impartir a sus compañeros de viaje, a los hermanos, a todos los que procuran seguir su ejemplo y a todos aquellos que ejercen funciones de liderazgo de cualquier tipo -político, económico, sociocultural y religioso- invitándoles a abrazar el camino del liderazgo de servicio.
Vale la pena destacar que uno de los primeros actos públicos del cardenal Bergoglio, quien luego se convirtió en el Papa Francisco, fue ir a la cárcel central en Roma y allí, en una celebración religiosa especial, se agachó y lavó los pies de los presos, incluso los de una mujer musulmana, dando al mundo una señal de su comprensión de la naturaleza de un liderazgo auténtico. Repitió este mismo gesto en el Vaticano en presencia de dos líderes en franco conflicto entre sí, que han provocado un tremendo sufrimiento entre su pueblo. Hablo de Salva Kiir, presidente de Sudán del Sur, y de Riek Machar, su vicepresidente.
Uno se podría preguntar: “¿Qué tiene que ver el tema del liderazgo de servicio con el trabajo de Franciscans International, de sus leales y apreciadas ONG asociadas, o de la ONU para el caso?” Mi respuesta: ¿De qué otro modo se podrían definir las acciones de defensa de los derechos humanos, de colocar en primer plano las legítimas necesidades y preocupaciones de los otros que buscan promover el cuidado del medio ambiente y de todos los sectores de la comunidad humana mundial si no es a través de la lupa del liderazgo de servicio? El liderazgo de servicio, en el contexto de nuestro trabajo en la ONU, consiste en promover la dignidad de todas las personas, de toda la realidad viviente. Consiste en celebrar los derechos humanos fundamentales de que gozan todas las personas independientemente de sus orígenes o de su identidad religiosa, económica, sociocultural, geográfica o de otro tipo.
El liderazgo de servicio consiste en hacer todo lo que está en nuestra capacidad para promover y defender a nivel universal la libertad, la justicia y la paz. Desde hace muchísimo tiempo sabemos del profundo clamor del sufrimiento humano en muchísimas partes del mundo, clamores que muchas veces quedan desoídos y desatendidos. Los eventos más recientes nos obligan ahora a asumir con renovada resolución la responsabilidad de defender la libertad, la justicia y la paz permanente, y de hacerlo con profunda humildad convencidos de que la buena voluntad triunfará sobre el mal, el amor vencerá al odio y la misericordia a la venganza.
El liderazgo de servicio en un modo franciscano reconoce y celebra la hermosura: la hermosura de cada criatura – la criatura humana y todas las criaturas que habitan este pequeño y frágil planeta llamado Tierra. El liderazgo franciscano no promueve el camino del engrandecimiento propio, de la vanagloria. Más bien, busca comprometerse en el acto recíproco de elevar a todas las personas de un modo tal que las empodere, que comprometa a aquellas personas a quienes se les han negado o limitado su dignidad y sus derechos, haciendo que tomen su lugar correcto como agentes principales y protagonistas de sus vidas, de sus comunidades locales y, en definitiva, de la comunidad mundial.
El liderazgo franciscano, -ciertamente nuestra labor en derechos humanos- consiste en vivir el ideal del liderazgo de servicio. Estamos llamados a ser expertos en comprender los mecanismos legales relacionados con el derecho nacional e internacional, los mecanismos de la Carta de la ONU, del Consejo de Derechos Humanos, así como también los del Consejo de Seguridad, con el propósito de alentar a todas las naciones a respetar y promover el bienestar de sus ciudadanos. Al mismo tiempo, estamos llamados también a ser expertos en escuchar, a ser capaces de engendrar confianza construyendo relaciones de mutuo respeto y colaboración, valorando las ideas y contribuciones de todas las personas, no solamente por sus contribuciones a nuestro trabajo -técnicas o de otro tipo- sino por su dignidad y valor inherentes.
El liderazgo franciscano de servicio nunca huye de los desafíos difíciles, sino que los enfrenta con fe, esperanza y atención amorosa. El liderazgo franciscano consiste en acompañar: acompañar a los que buscan condiciones que hagan más humanas sus vidas, que les permitan alcanzar su potencial pleno. Consiste también en ser acompañado: en permitirnos ser guiados por aquellos que, según todas las normas, la sociedad no toma en cuenta, esa gente “desechable”, tal como Francisco permitió que el leproso lo guiara y le abriera los ojos a un mundo mucho más grande, el mundo de los excluidos.
Para terminar, me viene a la mente el recuerdo de un líder de servicio que trabajaba en la ONU promoviendo la participación activa de todos los pueblos en perseguir el sueño de un nuevo orden mundial. Él no solo soñaba con este nuevo orden mundial, sino que usaba su posición y su energía para ayudar a comenzar a poner en marcha a todos los agentes y recursos necesarios para apoyar esta construcción. Este líder de servicio es el anterior Secretario General Kofi Annan, ya fallecido.
Él gozaba a nivel global de un reconocimiento y respeto que la mayoría de los líderes nacionales no podía menos que envidiar. Esto se debía en gran medida a su decencia y al interés y aprecio que demostró tener para con todos los que conoció. El suyo era un respeto instintivo mostrado hacia los otros, incluso a aquellos que estaban en desacuerdo con él. Su estilo de liderazgo tenía el efecto de sacar lo mejor de los otros, en especial de sus colegas. Podía reír con ellos, así como reírse de sí mismo; también podía llorar con ellos y llorar con toda la humanidad que sufre las consecuencias de los conflictos, la guerra, las enfermedades y las pérdidas humanas.
Tales líderes de servicio, como S. Francisco de Asís y Kofi Annan inspiran a otros para actuar de modo desinteresado, poniendo las necesidades de los otros en el centro, promoviendo una visión integral de unidad de toda la humanidad. Reconociendo lo hecho por cada uno, podemos ver que sus visiones de liderazgo de servicio han servido para inspirar a los jóvenes – y en quienes no lo son tanto ya – a creer una vez más en la vida, en la bondad de los otros y en la esperanza de que un mundo nuevo es posible si las personas se juntan y trabajan por el bien común.