Migración en las Américas: el auge de las políticas punitivas

En toda América, la migración se enfrenta cada vez más a la criminalización en lugar de a la protección. Las fronteras militarizadas, las deportaciones masivas y las detenciones arbitrarias han sustituido a los enfoques basados en los derechos. Estas tendencias crecientes se han reforzado desde que la administración Trump asumió el poder en enero y fueron el tema central de un evento paralelo organizado por Franciscans International durante la 59.ª sesión del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra.

«La criminalización de la migración es la norma, no la excepción», afirmó Jesús Vélez Loor, ciudadano ecuatoriano que fue detenido en Panamá en 2002 y condenado a dos años de prisión por haber entrado irregularmente en el país, antes de ser deportado. Durante su detención, sufrió torturas y tratos crueles y degradantes, y no tuvo acceso a un abogado. En 2010, la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictaminó que Panamá había violado los derechos de Jesús Vélez Loor y ordenó que se le indemnizara. Aunque recibió una compensación económica, siguen sin cumplirse medidas fundamentales, como la investigación de la tortura que sufrió y la aplicación de reformas estructurales. 

La experiencia de Jesús no es única, sino que pone de relieve una tendencia regional más amplia en la que la migración suscita cada vez más respuestas punitivas.

«Es una de las tendencias más preocupantes observadas durante mi mandato», afirmó el relator especial de las Naciones Unidas sobre los derechos humanos de los migrantes, Gehad Madi, quien intervino durante el evento. Durante su reciente visita a Panamá, Madi informó de una mayor presencia militar y de seguridad en todo el Tapón del Darién, incluyendo senderos selváticos cerrados, alambre de púas y puestos de control del ejército. «Estas políticas no detienen la migración. Solo aumentan el sufrimiento», afirmó.

Otra preocupación importante que se destacó es la creciente externalización de los procesos migratorios, en los que los países pagan a otros Estados para que acojan a los migrantes en su nombre. Un ejemplo notorio es el acuerdo entre Estados Unidos y El Salvador para deportar a los migrantes a la CECOT, una prisión de alta seguridad diseñada originalmente para miembros de pandillas.

Jessica Vosburgh, representante del Centro para los Derechos Constitucionales, describió el caso de un venezolano que, tras solicitar asilo en Estados Unidos, fue deportado a El Salvador sin poder consultar a un abogado. «Ahora está detenido sin contacto con su familia. Estamos tratando de determinar si se encuentra bajo custodia estadounidense o salvadoreña». 

«Este es el ejemplo más extremo», afirma Madi sobre el acuerdo con El Salvador, «pero muestra una tendencia que se está extendiendo por toda América».

En febrero de 2025, doscientas personas de diversos países, entre ellos Rusia, Vietnam y la India, fueron detenidas arbitrariamente en Costa Rica tras ser deportadas de Estados Unidos. Reclusos en el Centro de Atención Temporal al Migrante (CATEM) de Corredores, se les confiscaron los pasaportes y se les mantuvo sin acceso a información adecuada, asistencia letrada ni interpretación. Muchos no entendían su situación jurídica ni el motivo de su detención. Tras varios recursos judiciales, un tribunal costarricense ordenó su puesta en libertad en junio de este año. 

En este contexto cada vez más hostil y con una retórica contra los migrantes, muchos abandonan su viaje a Estados Unidos e intentan regresar a sus países. Sin embargo, a menudo les resulta imposible. «Hay un movimiento migratorio inverso», observó Madi. «Los migrantes ahora se desplazan hacia el sur. Pero, atrapados entre fronteras, no pueden regresar a su país de origen». Abandonados en las zonas fronterizas, a menudo se quedan sin comida, refugio, asistencia jurídica o interpretación. En ausencia de apoyo humanitario, «su situación corre el riesgo de pasar desapercibida para la comunidad internacional».

Con el fin de contribuir a una reflexión más amplia sobre los numerosos retos a los que se enfrentan los migrantes y refugiados en las Américas, FI acogió a dos representantes de la Red Franciscana para Migrantes (RFM) de Colombia para compartir información sobre la situación de los migrantes venezolanos en Colombia y los esfuerzos franciscanos para apoyarlos a través de una «cultura del encuentro».

Como parte de su labor de incidencia, la RFM – Colombia presentó una nueva publicación que, basándose en extensas entrevistas comunitarias, documenta las violaciones relacionadas con las barreras al acceso a la salud, la educación y la protección. También destaca las limitaciones del Estatuto de Protección Temporal de Colombia y pide una mayor coordinación institucional y rendición de cuentas.

 Se trata de una traducción automática. Rogamos disculpen los errores que puedan haberse producido. En caso de divergencia, la versión inglesa es la autorizada.