Este año celebramos los aniversarios de dos conjuntos de normas o reglas que son de gran importancia para nosotros como familia franciscana. El 29 de noviembre de 1223 fue aprobada la Regla de la Orden Franciscana por el Papa Honorio III. El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de la ONU proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Aunque ambas fechas – 29 de noviembre y 10 de diciembre – son muy cercanas entre sí en el calendario, también se hallan separadas por más de siete siglos. Y no es solo el número de años lo que distingue los textos. Mientras que la Regla Franciscana se escribió solo para un pequeño número de hombres pertenecientes a la Iglesia Católica que eligieron conscientemente vivir en comunidad sin matrimonio ni familia, la Declaración Universal de Derechos Humanos se aplica a todas las personas que viven en esta tierra, independientemente de su filiación religiosa, étnica o nacional.
Otra diferencia esencial y fundamental es el carácter de los textos: uno es una regla – esto es, establece reglas y obligaciones para quienes la aceptan. El otro consagra los derechos que pertenecen a cada individuo en virtud de su condición de ser humano.
Pero, por supuesto, los derechos y las obligaciones van de la mano: mis derechos siempre incluyen el deber de conferir el mismo derecho a los otros y el de respetarlo.
El Evangelio y la dignidad humana
Entonces, más allá de la fecha, ¿cuál es el factor unificador de estos dos textos y cuál es el significado de cada uno de ellos para nosotros como familia franciscana?
Si tratamos de resumir los respectivos textos en pocas palabras, podemos descubrir lo que tienen en común y el significado y las exigencias que ponen sobre nosotros como franciscanos. Esas palabras clave son ‘Evangelio’ y ‘dignidad humana’. La Regla de la Orden Franciscana consiste en “observar el Evangelio”. La Declaración de los Derechos Humanos consiste en “respetar la dignidad” de cada persona. La dignidad humana y el Evangelio están íntimamente entrelazados y, consiguientemente, son fundamentales para la espiritualidad y el modo de vida franciscanos.
En su ‘primer sermón’ en la sinagoga de Nazareth, el pueblo donde se había criado, Jesús explica cuál es su misión. Lo hace citando al profeta Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos… (Lucas: 4:18).
Con esto, Jesús pone en claro a quiénes está dirigida esta buena noticia: a los ‘pobres’. Hoy en día, quizás también podríamos decir “a aquellos que están marginados y que son discriminados por la sociedad”. En las Naciones Unidas hablamos a menudo sobre aquellos que son “particularmente vulnerables” o están “en riesgo”.
También deja bien en claro en qué consiste esta buena noticia: la liberación de los presos, la vista para los ciegos y la libertad para los oprimidos.
Además, Jesús deja bien determinado que este Evangelio – esta buena noticia – está sucediendo hoy. «Hoy» significa durante la vida y obra de Jesús. «Hoy» significa también que durante el tiempo de Francisco y Clara – en su trabajo y vida, el Evangelio sucedió. Y «hoy» también significa hoy – en nuestros días. En todas partes donde proclamamos el Evangelio en palabras y acciones.
La buena noticia de hoy
La lista de ejemplos en el sermón de Jesús, y también en las palabras del profeta Isaías, son solo ejemplos de todas las formas en que es posible alzarse en defensa de la justicia y contra la exclusión. Por supuesto que podemos decir que son ejemplos que defienden todos los derechos humanos.
En la defensa de los derechos humanos y de la dignidad humana a través de la acción de las Naciones Unidas y del trabajo de incontables organizaciones de derechos humanos, también se está realizando el “hoy” del Evangelio. Es por eso que vemos la defensa de los derechos humanos en la ONU como nuestra obligación y como un modo de vivir nuestra vocación franciscana.
Cuando la familia franciscana decidió comprometerse en la ONU y solicitó la acreditación, Robert Muller, por entonces Secretario General Adjunto de la ONU, dijo en reacción: “¿Qué los demoró tanto? Estábamos esperándolos”. Como el Hno. Michael Perry, antiguo Ministro General de los Frailes Menores y actual presidente de nuestra Junta Directiva Internacional, declaró durante el 30º Aniversario de FI, «Los principales valores consagrados en el documento de fundación de las Naciones Unidas reflejan los compromisos de Francisco y Clara para con la paz, con los pobres y con el planeta. Es un compromiso que nos hace responsables de un cumplimiento del que tenemos que dar cuenta».
Consiguientemente, es más que solo la fecha lo que junta estos dos textos fundacionales normativos. Es también su mensaje y su misión fundamental: proclamar el Evangelio defendiendo la dignidad humana y los derechos humanos. Que estos dos aniversarios nos vuelvan a motivar e inspirar.
Markus Heinze OFM, Agosto de 2023.
Este artículo fue publicado originalmente en la revista ITE.