Los franciscanos a la cabeza en la defensa de los derechos humanos: Hermana Thérèse Balela FMM

En la década de 2000, el descubrimiento de grandes reservas de gas y minerales en Cabo Delgado, la provincia más septentrional de Mozambique, prometió traer crecimiento económico y desarrollo humano a la población. Sin embargo, aunque dio lugar a inversiones masivas de empresas europeas, las comunidades locales apenas se han beneficiado de ello. Al contrario, la explotación de los recursos acentuó las desigualdades y participó en el aumento de la violencia. La situación en Cabo Delgado se agravó aún más en octubre de 2017, cuando un grupo extremista conocido localmente como Al Shabab* emprendió una insurgencia brutal, atacando indiscriminadamente a los ciudadanos. Desde que comenzó, miles de personas han muerto y más de un millón han sido desplazadas.

En medio de esta crisis compleja y polifacética, las Franciscanas Misioneras de María (FMM), a las que pertenece la Hermana Therese, ayudan a los desplazados internos en los campos proporcionándoles apoyo psicológico y cursos de formación práctica, sobre todo para mujeres jóvenes. Hablamos de su trabajo diario con los afectados, de algunas de las causas profundas de la crisis y de cómo ve la defensa internacional.


¿Puede explicarnos en qué consiste su trabajo?

En el norte de Mozambique, la llegada de desplazados internos fue repentina y masiva. Cada día llegaban entre 300 y 500 personas, algunas con su equipaje, otras con las manos vacías. Cuando esto ocurrió, tuvimos que tomar una decisión rápida. Como ya tenía experiencia trabajando con refugiados ruandeses y burundeses, no dudé en implicarme y ponerme a su servicio. Gracias a la colaboración de las autoridades locales, pudimos encontrar diferentes sitios para acoger a la gente, y actualmente tenemos once campamentos en nuestro distrito. Lo primero que hacemos mis hermanas y yo es acogerlos en una de nuestras parcelas y proporcionarles la ayuda de emergencia enviada por nuestra congregación, que incluye alimentos para los primeros días y una esterilla para dormir. Nuestro trabajo tiene también una dimensión psicológica: cada mañana, nuestra prioridad es estar cerca de ellos y escucharlos. Nuestra sola presencia es esencial. Por último, les formamos para que sean autosuficientes, para que no se vuelvan dependientes.

Antes de llegar a estos campos, ¿cuál era la experiencia de estos desplazados?

Muchas personas se vieron desplazadas por los atentados terroristas, que comenzaron de forma inesperada. Los aldeanos veían impotentes cómo grupos armados quemaban sus casas y decapitaban a sus vecinos y familiares. Cuando ves eso, no te queda más remedio que huir. Fueron muchos los desplazados por esta violencia, pero no fue el único factor. De hecho, el suelo de la provincia de Cabo Delgado es rico en minerales, lo que lo convierte en un lugar especialmente atractivo para la industria minera. En lugar de entablar un diálogo con las poblaciones indígenas y los jefes tradicionales, las empresas transnacionales las han desalojado de sus tierras, a menudo con la falsa promesa de darles a cambio nuevas parcelas que les permitirían continuar con sus actividades agrícolas.

¿Cómo es la situación en los campos?

Gracias a la ayuda de organizaciones no gubernamentales y eclesiásticas, la situación ha mejorado. Algunas de ellas se ocupan del agua cavando pozos, las instalaciones sanitarias están en mejores condiciones y, en general, la colaboración con otras entidades hace que se atiendan mejor las necesidades locales. Médicos Sin Fronteras (MSF), por ejemplo, fue una de las primeras en llegar sobre el terreno para proporcionar ayuda esencial. Sin embargo, la ayuda humanitaria no siempre es constante: debido a la falta de fondos, la ayuda del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU está a punto de cesar, por lo que estamos en proceso de recibir las últimas reservas de alimentos. Esto es problemático, porque la lluvia escasea y se tarda tres meses en cosechar. Lo más difícil de nuestro trabajo son los medios. Si no tenemos los medios materiales, se acabó.

¿Qué le inspiró a empezar este trabajo y cómo conecta con su vocación de hermana franciscana?

Desde el principio de mi vocación, me vi a mí misma como misionera, lo que significa que acepto cualquier tipo de trabajo, aunque sea difícil y arriesgado. Nuestra Fundadora solía decir: «Mi consagración es el amor», así que debo amar a todos sin distinción. Mi prioridad es ayudar a los que sufren, pero también hago de mediadora. Como en Mozambique la tierra es propiedad del Estado, algunos campos se han redistribuido entre los desplazados recién llegados, lo que ha creado grandes tensiones con los lugareños. Estos últimos empezaron a exigir una parte de las cosechas como compensación por las tierras que habían perdido. En este tipo de situaciones, no tomo partido e intento mantener la cohesión. Por último, creo que mi trabajo refleja el equilibrio necesario entre la oración y la acción.

¿Qué impresión le causó su primera experiencia en las Naciones Unidas?

Me ha gustado porque pensaba que sólo algunos países estarían representados y tendrían la oportunidad de hablar; no esperaba que hubiera tanta diversidad en los debates. Además, los intercambios que presencié fueron muy respetuosos. Ahora tengo una impresión completamente distinta de la ONU, y puedo ver la gran labor en materia de derechos humanos que lleva a cabo tanta gente.

¿Cuál es su principal mensaje a la comunidad internacional?

Mi principal petición es que se respeten los derechos humanos y la libertad de expresión. En el contexto de las actividades mineras en Mozambique, es necesario entablar una conversación con la sociedad civil, y para ello la comunidad internacional tiene un papel esencial que desempeñar. Es importante presionar a los jefes de Estado para que entablen un diálogo con sus pueblos y garanticen su participación en los procesos de toma de decisiones que les afectan. También es responsabilidad de los gobiernos poner límites a las empresas y mantener una reciprocidad que incluya a las poblaciones locales. Por último, estoy convencido de que todos podríamos convivir muy bien en esta tierra si respetáramos los derechos humanos, derechos que están incluidos en los Diez Mandamientos de Dios.

*Sin vínculos con el grupo somalí del mismo nombre.

Para más información, consulte nuestro artículo principal sobre los franciscanos a la cabeza en la defensa de los derechos humanos.

Se trata de una traducción automática. Rogamos disculpen los errores que puedan haberse producido. En caso de divergencia, la versión inglesa es la autorizada.