Más de 281 millones de personas -casi el 4% de la población mundial- no viven en el país donde nacieron. El Día Internacional del Migrante es una ocasión para arrojar luz sobre los retos a los que se enfrentan las personas que se desplazan. Aunque el número de migrantes en todo el mundo sigue creciendo -debido a factores como la pobreza, la inseguridad o los efectos del cambio climático-, la aplicación de un enfoque de derechos humanos a la movilidad humana sigue retrasada.
Las políticas y prácticas hostiles en materia de inmigración, como la militarización de las fronteras y la criminalización de los migrantes, aumentan su vulnerabilidad ante las violaciones de los derechos humanos. Este es especialmente el caso en las Américas, donde estas prácticas obligan a las personas a utilizar rutas cada vez más peligrosas, sometiéndolas a extorsión, violencia sexual y asesinatos por parte de cárteles y contrabandistas.
En este contexto, los franciscanos están en primera línea para ayudar a los migrantes. Creada en 2018, la Red Franciscana de Migrantes (FNM) tiene como objetivo «formar un corredor de apoyo humanitario a los migrantes en todo el continente americano.» Los miembros de la Red trabajan directamente sobre el terreno proporcionando servicios esenciales como alojamiento temporal y alimentos, pero también buscan defender los derechos de los migrantes en las Naciones Unidas a través de Franciscans International.
El establecimiento de refugios cerca de los pasos fronterizos también desempeña un papel esencial para preservar la seguridad y la dignidad de las personas que se desplazan por Colombia, Centroamérica, México y Estados Unidos.
De hecho, muchas personas se encuentran en situaciones desesperadas cuando llegan a un refugio. Algunas lo han perdido todo, pueden haber presenciado o sufrido violencia extrema, o a veces se han visto separadas de su familia. Alejandra Conde, de la franciscana La 72, explica: «Estamos en un contexto en el sur de México donde hay muchísimos temas de violaciones por parte de las autoridades y también del crimen organizado, delincuencia común, secuestros, asaltos, robos y violencia sexual.»
«Somos defensores de los derechos de los migrantes».
Situado en Tenosique, el albergue La 72 acoge a migrantes y presta especial atención a las víctimas de delitos, ofreciéndoles apoyo psicológico e informándoles de sus derechos. «También tenemos en cuenta la interseccionalidad y prestamos atención específica a los grupos más vulnerables, como los menores no acompañados, los niños, las mujeres y los miembros de la comunidad LGBTQ+», explica Alejandra. Para ello, utilizan diversas estrategias, como crear diferentes espacios donde las personas se sientan seguras: por ejemplo, hay algunas partes del refugio donde sólo se permite la entrada a mujeres.
Como complemento al apoyo psicológico y el asesoramiento, la mayoría de los refugios ofrecen servicios médicos, supliendo así la falta de acceso de los inmigrantes a la atención sanitaria. También proporcionan artículos de primera necesidad, como alimentos, kits de aseo y ropa.
Para la hermana Isabel Turcios (FMI), directora del albergue para migrantes Frontera Digna, en Coahuila, su presencia es fundamental: «Dadas las situaciones de vulnerabilidad que viven los migrantes, el trabajo que se realiza desde este albergue es de vital importancia porque podemos escuchar, acoger, proteger y brindar asesoría jurídica en situaciones que lo requieran. Somos defensoras de los derechos de los migrantes». En Frontera Digna, las Hermanas ofrecen asistencia espiritual y asesoramiento, pero también derivan a las personas a otras organizaciones locales en función de sus necesidades.
«El tema de emigrar sin información es como si fueras por la calle con los ojos vendados porque no sabes dónde ir y qué hacer».
Otro punto en común entre los refugios de la Red es la importancia que se da al acceso a la información: «El tema de emigrar sin información es como si fueras por la calle con los ojos vendados porque no sabes adónde ir ni qué hacer», dice Alejandra Conde. Sin embargo, muchas personas inician su viaje sin conocer los procesos de regularización ni los mecanismos de protección disponibles. Cuando llegan a uno de los albergues, se les informa de las opciones que tienen y pueden elegir con conocimiento de causa qué hacer a continuación.
Sin embargo, aunque estos lugares son esenciales para garantizar la dignidad humana de las personas que se desplazan, se enfrentan constantemente a obstáculos. En primer lugar, la propia naturaleza de los albergues para migrantes los hace vulnerables al acoso y los ataques de agentes tanto estatales como no estatales. En México, no sólo los migrantes, sino también las personas que los acompañan en los procesos de regularización de visados, sufren amenazas periódicas por parte de las autoridades. Además, con unos flujos migratorios que no dejan de aumentar, los albergues suelen funcionar a plena capacidad. Esto se suma a una grave falta de financiación, ya que muchos refugios dependen de las donaciones: «Sería estupendo contar con ayuda financiera para imprevistos, así como para medicamentos básicos y otros artículos de socorro», dice la hermana Isabel.
A pesar de las dificultades, la Red Franciscana de Migrantes (FNM) mantiene la esperanza y el compromiso de proteger la dignidad de las personas que se desplazan: «Puede ser frustrante tener que enfrentarse cada día a estos abusos contra los migrantes», dice Alejandra. «Pero, al mismo tiempo, es muy satisfactorio ver a la gente salir con sus maletas, con sus chaquetas, con una tarjeta y su situación regularizada, y ver esas caras de felicidad cuando se van».
Se trata de una traducción automática. Rogamos disculpen los errores que puedan haberse producido. En caso de divergencia, la versión inglesa es la autorizada.