En octubre de 2017, los insurgentes de la provincia septentrional mozambiqueña de Cabo Delgado desencadenaron un violento conflicto en el que hasta la fecha han muerto al menos 3.000 personas. Desde el inicio del conflicto, más de 800.000 personas han huido del terror, la mayoría hacia la vecina provincia de Nampula. Las hermanas franciscanas son algunas de las personas que apoyan a estos desplazados internos, tratando de paliar la falta de alimentos, agua, vivienda, educación, la prevalencia de traumas y otros problemas de derechos humanos.
«La moral está muy baja, así que es un gran reto al que nos enfrentamos», dice la hermana Lucía, de las Misioneras Franciscanas de María, que, como parte de su trabajo, ofrece asesoramiento a los desplazados internos. «¿Cómo elevamos el espíritu de la gente para que sienta que sigue siendo una persona, con dignidad y respeto?
A pesar de la afluencia de tropas extranjeras para luchar contra la insurgencia, la violencia en Cabo Delgado sigue sin denunciarse y sus consecuencias no se abordan. Los franciscanos de Mozambique buscan ahora ayuda en la comunidad internacional. A principios de este año, recibieron a una delegación de Franciscans International para estudiar cómo plantear su caso ante las Naciones Unidas.
Esta delegación visitó dos campos de desplazados internos en Nampula, donde la gente está empezando a asentarse permanentemente. Aquí, las condiciones de vida siguen siendo difíciles, y falta el acceso a la alimentación, la atención sanitaria y la educación. Los fenómenos meteorológicos extremos, como el ciclón Idai, han empeorado aún más la situación. Sin embargo, una vez superada la «emergencia» inmediata, las organizaciones humanitarias internacionales han empezado a retirarse, y la Iglesia es uno de los principales donantes que quedan para prestar ayuda a la población.
Como parte de la misión, FI también llevó a cabo dos talleres para determinar los retos a los que se enfrentan los franciscanos locales e identificar sus necesidades para ayudar a mejorar la situación de los desplazados internos a los que apoyan. Como segundo paso, los participantes exploraron posibles vías para plantear su caso a través de los distintos mecanismos de derechos humanos de las Naciones Unidas.
Aunque la prioridad inmediata de la colaboración entre los franciscanos de Mozambique y FI se centrará en la situación de los desplazados internos, también buscará soluciones a largo plazo para abordar la crisis de Cabo Delgado. Aunque aparentemente se trata de una insurgencia islamista, muchos de los agravios subyacentes que dieron lugar a la violencia tienen sus raíces en desigualdades socioeconómicas persistentes y a largo plazo
«En última instancia, la situación en Cabo Delgado también plantea la cuestión de la distribución de la riqueza entre la población local, que no se ha beneficiado de la explotación de las reservas de gas de la provincia», afirma Mickaël Repellin, coordinador del programa regional de FI para África. «Para abordar el conflicto, debemos garantizar un mejor disfrute de los derechos económicos, sociales y culturales de las personas actualmente excluidas y que viven en la pobreza extrema.»
Se trata de una traducción automática. Rogamos disculpen los errores que puedan haberse producido. En caso de divergencia, la versión inglesa es la autorizada.